Por Luis Bernardo Díaz, presidente de Asoprofe-UPTC
Los colombianos nos estamos acostumbrando a que cada semana la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia coloca a buen recaudo en La Picota a nuevos Para-mentarios. Una circunstancia de esta naturaleza en un país civilizado llevaría a clausurar el Congreso ipso facto. Sin embargo, estamos en “Locombia” y en cabeza del actual deslegitimado Legislativo la Reforma Política, una salida a la medida de quienes hoy han perdido legitimidad ante el pueblo.
Coincido con José Cuesta en que la salida no es sólo la revocatoria del Congreso, sino además la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente por la Paz y la Democracia, que vincule a todos los sectores del país y asuma el cambio de modelo hacia un auténtico Estado Social de Derecho –hoy convertido en estado antisocial de derecha-, que los representantes del modelo neoliberal han despedazado a través de más de 25 reformar a la Carta Política y que está demostrado su fracaso con más de 30 millones de pobres y 60% de desempleados o subempleados.
Si el Congreso es el escenario de la democracia por excelencia, éste debe estar rodeado de legitimidad, y el actual no la tiene. La diferencia entre legalidad y legitimidad radica en que la primera puede estar positivizada en normas, provenir de órganos legalmente constituidos y obedecer a los trámites previstos. Contrario sensu, la legitimidad es el curso tranquilo de la legalidad dentro de la comunidad de asociados, fruto del reconocimiento popular de la misma, existiendo una incardinación saludable entre norma y sociedad civil. Lo que hoy se presencia es un espectáculo de ilegitimidad de la legalidad, tanto que abundan las “paralegalidades”, lo cual induce a pensar en un cascarón que no encarna en la voluntad popular.
Por lo tanto, el llamado es a marchar ahora por la revocatoria del Congreso y la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente por la Paz y la Democracia, para reconstruir nuestro país devastado por el conflicto político y social. En este sentido, debemos trabajar con la gente honesta y mandar a vacaciones a los corruptos politiqueros culpables de la crisis; es evidente que es la única forma para construir un Estado donde quepamos todos.
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