Una vez más se escuchan en Boyacá altisonantes voces que expresan su ingente amor por este Departamento y que reclaman, “indignadas”, respeto y consideración al resto del país. Hace pocas semanas el motivo de manifestaciones como estas fue la derrota de la aspiración departamental para ser la sede de los Juegos Bolivarianos (http://goo.gl/QEwd8), ahora, ese sentimiento emerge nuevamente por la decisión del Comando del Ejército Nacional de conmemorar la Batalla de Boyacá, no solo en Boyacá, sino también en Medellín. (http://goo.gl/Wx58I)
Cabe suponer que este tipo de exaltaciones hacen parte de ese fantasmagórico concepto, bastante empleado por algunas personalidades del departamento, denominado “boyacensismo”. Los que usan el término suelen no detenerse a explicar qué entienden por tal, sin embargo, a la luz de los acontecimientos es posible establecer algunas características del “boyacensismo” imperante.
En primer lugar las expresiones de este “boyacensismo” siempre provienen de los poderosos, bien sea los políticos o los medios de comunicación con más audiencia. En los dos casos anteriormente mencionados quienes encienden la polémica son justamente éstos, por eso el eco en las calles y en las redes sociales es automático. El “boyacensismo” suele permanecer indiferente a expresiones de boyacenses menos ilustres; el despliegue no es el mismo -las más de las veces ni siquiera hay despliegue alguno- cuando se trata de las reivindicaciones, manifestaciones o proyectos de ciudadanos de capas sociales menos privilegiadas (El caso de los movimientos ambientalistas que han surgido en Tasco y Sogamoso es ejemplar ¿Cuántas portadas y cuantos tuits han merecido?).
En segundo lugar, esta forma de “boyacensismo” emerge solamente cuando el departamento se encuentra en competencia. No se trata entonces de ser mejores en consonancia con nuestras posibilidades, caminos y problemas propios sino de ser más, de imponernos, de exhibir ante otros nuestras condiciones y méritos excepcionales.
En consonancia con esta aparece otra característica del “boyacensismo” en comento: surge, sí y solo sí, en virtud de asuntos a partir de los cuales pueda hacerse show mediático -recuérdese que los máximos propaladores de este boyacensismo suelen ser nuestras personalidades mas egregias-. Si no se puede posar con gesto de indignación ante los medios, o tuitear con rabia, si no se puede llegar al corazón de un gran número de electores o compradores del medio de comunicación, no vale la pena exaltarse. Es pertinente traer a colación a este respecto el hilarante y vergonzoso episodio que tuvo lugar en el Festival Internacional de la Cultura del 2010 cuando Paulina Rubio nunca llegó a su presentación, no está de más recordarlo, financiada con recursos públicos. Aquella vez se escucharon furibundas quejas por los “daños muy graves” causados a “Boyacá”, nada se dijo de los daños causados por los funcionarios públicos que decidieron dejar de invertir en algo más relevante y prioritario 150 millones de pesos dados a la “artista”.(
http://goo.gl/YjIFy)
La trivialidad es también otro rasgo definitorio del “boyacensismo” referido. Significa esto que suele centrarse en aspectos irrelevantes de los problemas o en objetos propiamente irrelevantes. Por ejemplo, en su manifestación más reciente, es decir, la suscitada porque en Medellín se va a celebrar, también, la Batalla de Boyacá, la preocupación es, básicamente, que no se van a realizar unos desfiles militares. Que los ciudadanos boyacenses del común conozcan, apropien, valoren, critiquen, desarrollen su propia historia, que sea la gente de a pie la que celebre y rememore racionalmente este acontecimiento es algo que parece no preocupar mucho. ¿Cuántos eventos culturales, que impliquen hacer memoria crítica y que involucren participativamente a los boyacenses, no solo como asistentes, se realizan en estas fechas? Para un ciudadano del común como el que escribe estas líneas no es claro que esta pregunta sea realmente considerada por los mismos que tanto se quejan de que en Medellín se realicen unas paradas militares.
La superficialidad en el caso que referimos encuentra otras curiosas manifestaciones. Por ejemplo, el presidente de la sociedad Bolivariana, como quien descubre el agua tibia y revelando una verdad solamente parcial, señala que “la campaña libertadora de 1819 se realizó en suelo boyacense”. De otra parte el “Gobierno departamental” mostró en declaraciones a la prensa que su inconformidad radica fundamentalmente en que los altos mandos militares y la elite gobernante no van a estar en Boyacá en esas celebraciones, por eso manifestó que en el evento, que de todas formas va a realizar, “espera la presencia del presidente Juan Manuel Santos” (
http://goo.gl/Wx58I). Es decir, lo importante no es la historia, ni la valoración de la gesta, ni los ciudadanos de a pie, sino que el acto social pierda importancia por la ausencia de la elite político-militar.
Finalmente, esta especie de “boyacensismo” conduce a la exageración de los legítimos afectos al terruño en desmedro de una actitud crítica frente a realidades propias del departamento que son absolutamente objetables y que merecerían una atención prioritaria: la pobreza, la baja calidad de la educación, la precaria inversión social, las afectaciones crecientes al medio ambiente, entre otras. Los gobernantes son quienes mayores beneficios reciben de esta forma de patrioterismo en menor escala, ya que logran hacerse a discursos fáciles que les permiten generar consensos fundamentados más que en la razón en un sentimentalismo pobre y pasajero. Ya quisiera ver uno semejantes exhibiciones de indignación y de orgullo departamental o despliegues mediáticos parecidos ante problemas de verdad sentidos; en situaciones tales lo que prima es el silencio generalizado.
Esta clase de episodios deberían, a mi juicio, conducirnos a pensar mejor de qué nos sentimos orgullosos los boyacenses y por ende qué es lo que realmente merece ser defendido y de quién hay que defenderlo. Es urgente que no sean las elites político-mediáticas las que impongan las preocupaciones sino que estas provengan del debate ciudadano y de los problemas reales; es preciso que propendamos porque nuestro orgullo boyacense sea compatible con la capacidad para desplegar sobre nosotros mismos una critica constructiva que nos permita, por la vía del desarrollo de nuestras mejores posibilidades, alcanzar metas que consulten los verdaderos intereses de las mayorías y no que nos pongan a competir obtusamente con otras ciudades con las cuales mejor sería cooperar.
Pablo Andrés Malpica León
Boyacense
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