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domingo, 25 de agosto de 2013

Furia Campesina en los Andes

Por Dionisio Pacheco*

Curiosamente mientras en días pasados el gobierno nacional y los medios de comunicación exaltaban las bondades del campesinado boyacense representadas en la hazaña deportiva del ciclista Nairo Quintana, hoy en  medio del paro nacional agrario  el gobierno y la mayoría de los medios de comunicación solo exaltan  el supuesto terrorismo de los grupos de campesinos inconformes con las políticas  de apertura económica implementadas a lo largo de los últimos 23 años.  Como boyacenses  nobles,  pacíficos y trabajadores, sorprende que la respuesta  ante el justo reclamo de los habitantes del campo y de la ciudad (estudiantes),  sea el enorme despliegue  de fuerza pública  y  fuerza mediática  en contra del movimiento agrario,  los pocos que equilibran  la información e incluso alertan sobre la brutalidad policiaca en especial del ESMAD, son las redes sociales y uno que otro medio de comunicación alternativo.
En medio del paro nacional agropecuario, es   bueno recordar que  a pesar de las  políticas de importación masiva de alimentos y de abandono total hacia el campesinado colombiano,  asistimos tal vez a la última de las batallas  por la subsistencia de las  comunidades rurales que según el informe de la ONU (“Colombia rural razones para la esperanza” 2011) aún se aferran a su  parcela y cultura  campesinas.  Comunidades o grupos ecológicos  los denominó en su momento el sociólogo costeño Orlando Fals Borda: “campesinos de los Andes”  1955 y “El hombre y la tierra en Boyacá” 1957,  una profunda radiografía de las comunidades rurales asentadas en el  altiplano cundiboyacense y que  a pesar del tiempo se mantiene vigente  principalmente en lo relacionado con  las  costumbres y  tradiciones campesinas  exaltadas  majestuosamente por el carrangero mayor Jorge Velosa,  una voz ausente en el actual conflicto rural y agrario.
Conflicto rural y agrario, en la medida que las políticas de desarrollo  implícitas en el marco general de los últimos planes nacionales de desarrollo solo apuestan por  un escenario de agricultura empresarial a gran  escala,  donde la cultura  campesina desparece  en virtud de la inversión del gran capital y de la  proletarización del trabajo en el campo.  Es decir  de prosperar  las intenciones del gobierno,  costumbres campesinas como la del convite o mano de obra prestada,  el cultivo o la vaca en compañía, el empeño entre compadres y vecinos  (alternativa al crédito bancario), el acueducto veredal  comunitario,  el  sacrificio del cerdo o  gallinas para  san Pedro y navidad,  e incluso la tradición de guardar  semillas en el zarzo,  serán prohibidas en la medida que se impongan las relaciones de producción capitalistas al interior de los territorios campesinos. En este contexto, no es de extrañar la actitud  del gobierno ante la crisis  del campesinado  pues dentro su agenda política se incluye  la estrategia del marchitamiento de las  comunidades campesinas,  básicamente a partir del discurso  de su atraso productivo.
Si bien es cierto que  las comunidades campesinas de los andes  no están a la altura de los grandes emporios empresariales del agro, también es cierto que sus costumbres  o prácticas culturales en torno a las actividades agrícolas, pecuarias y mineras  son un patrimonio  difícil de recrear en otras latitudes, por algo la literatura del desarrollo endógeno exalta la importancia de los productos con denominación de origen o de marca territorial, un asunto que los señores del gobierno  solo mencionan en el papel mas no en la práctica, sería bueno  que se tomen el tiempo de leer documentos como los de Fals Borda,  los de Absalón Machado o los de Darío Fajardo entre otros,  para que al fin entiendan que la cultura campesina no actúa con la misma lógica de la cultura capitalista agroindustrial o minera,  y que en vez de buscar  su  marchitamiento o extinción,  procuren potenciar un tejido social al cual todos estamos  atados principalmente cuando nos sentamos a la mesa o  cuando recibimos buenas noticias de un ciclista de origen campesino.  Finalmente y lo más probable es que así  lean dichos documentos  no cambiaran las políticas del agro,  luego  lo mejor es cambiar el  gobierno  por uno que este en favor del campesinado colombiano.    
Hoy domingo  25 de agosto amanecimos con la noticia de la suspensión de los diálogos entre gobierno y campesinos, un asunto difícil de consensuar en la medida que la discusión central gira en torno al modelo de desarrollo rural colombiano.

*Docente Escuela de Economía UPTC.

Nota: Orlando Fals Borda nació en Barranquilla el 11 de julio de 1925 y murió en Bogotá el 12 de agosto del año 2008.        

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